Disfagia: consejos para pacientes que tienen problemas para tragar.

El deterioro cognitivo y los cambios fisiológicos propios de esta enfermedad pueden alterar el proceso de deglución y provocar problemas para tragar y alimentarse de manera adecuada.

Se entiende como disfagia cualquier alteración del proceso de deglución, desde la colocación de la comida en la boca hasta que llega al esófago y su paso posterior al estómago. Sus consecuencias pueden ser desnutrición y/o deshidratación, atragantamiento, aspiración y neumonía.

Los signos y síntomas de sospecha son:

Tos o atragantamiento al comer.
Dificultad para el control de la saliva y babeo.
Dificultad para formar un bolo de comida en la boca.
Tragar poco a poco.
Después de tragar, quedan residuos en la boca.
Sensación de retención de alimento en el cuello.
Pérdida de peso progresiva.
Infecciones respiratorias de repetición.

A la hora de actuar, es importante consultar con un profesional, ya que se tendrá que valorar cada caso individualmente y adaptar la textura de la comida a cada grado de disfagia. Se puede adaptar la textura de los alimentos para facilitar la masticación y evitar así el atragantamiento.

Es importante utilizar espesante para modificar la textura de los líquidos. Para facilitar la deglución, se puede flexionar la cabeza hacia delante en el momento de tragar y/o beber líquidos fríos durante la comida. Se debe intentar evitar alimentos con texturas difíciles o de riesgo, como:

Dobles texturas: sopas con pasta, yogures con trozos, etc.
Alimentos pegajosos: chocolate, miel, caramelos masticables, plátano, etc.
Alimentos resbaladizos: guisantes, arroz, pasta.
Alimentos que desprenden agua al morderse: sandía, melón, naranja, etc.
Alimentos que pueden fundirse de sólido a líquido: helados.
Alimentos fibrosos: piña, lechuga, espárragos, etc.
Alimentos con pieles y semillas: mandarinas, uvas.
Alimentos crujientes y secos que se desmenuzan en la boca: tostadas, galletas, pan seco.
Alimentos duros y secos: frutos secos.